Tomamos decenas de miles de decisiones cada día, desde qué plato poner en la mesa hasta qué hacer con nuestro dinero o a qué partido votar. Para evitar que otros manipulen nuestra toma de decisiones y dominar el pensamiento crítico, primero tenemos que conocer los sesgos cognitivos más comunes.
Es tan fácil caer en estos sesgos y prejuicios que muchos te resultarán intuitivos y familiares, aunque sean conceptos avanzados de psicología. En Towergate Insurance han dibujado 10 ejemplos de los sesgos cognitivos más comunes para explicar su significado, desde el famoso “efecto anclaje” de los precios hasta la “heurística de la disponibilidad” tan presente en la era de la información.
El efecto de arrastre
O efecto bandwagon. Es cuando hacemos o creemos en algo porque las personas que nos rodean lo hacen. Por ejemplo, la popularidad de un producto puede hacer que lo percibamos como más deseable.
Cómo evitarlo: dependiendo menos de las opiniones de los demás, sopesando toda la información que tengamos disponible.
La heurística de la disponibilidad
Las personas sobreestimamos la importancia de la información que tenemos disponible y recordamos con más facilidad. Por ejemplo, podríamos pensar que fumar no es malo porque conocemos a un fumador de cien años.
Cómo evitarlo: pensando dos veces, complementando la intuición con la estadística.
El efecto Dunning-Kruger
Cuando un individuo con escasa habilidad sufre de un sentimiento de superioridad ilusorio, creyéndose más inteligente o capaz que otros; o al contrario: una persona muy preparada que subestima sus capacidades.
Cómo evitarlo: tomando menos decisiones en base a una auto-evaluación de nuestras capacidades.
El efecto del encuadre
Una misma información puede dar lugar a diferentes conclusiones si se presenta de manera distinta. En la política y los medios de comunicación se juega con la jerga para influir en la opinión pública, lo que se conoce como encuadre.
Cómo evitarlo: escuchando con atención la información que se nos presenta e intentando descubrir su verdadero significado.
El sesgo de confirmación
Se trata de buscar y favorecer la información que confirma nuestras propias creencias o hipótesis. En temas como las terapias alternativas, por ejemplo, escuchamos sólo las noticias que encajan con nuestras ideas preconcebidas.
Cómo evitarlo: considerando siempre una gama de opiniones amplia, todas pueden tener sus propias ventajas y desventajas.
La maldición del conocimiento
Las personas que sobresalen en algo pueden tener problemas para ponerse en el lugar de alguien con menos conocimiento. Una vez que sabemos algo nos resulta muy difícil imaginarnos cómo era no conocerlo.
Cómo evitarlo: evitando suposiciones, midiendo el conocimiento de nuestra audiencia, proporcionando contexto con la inclusión de ejemplos.
La reactancia
Cuando hacemos lo contrario a lo que nos piden o recomiendan. La reactancia ocurre si alguien nos presiona para aceptar un punto de vista o una actitud y lo percibimos como una amenaza a nuestra libertad de elección.
Cómo evitarlo: preguntándonos si nuestras objeciones tienen que ver con nuestro ego.
La falacia del costo hundido
Tendemos a tomar las decisiones sobre algo incierto en base a las posibles pérdidas que ocasionaría. La falacia del costo hundido emerge cuando nos negamos a abandonar algo poco gratificante porque ya hemos invertido en ello.
Cómo evitarlo: aprendiendo a cortar nuestras pérdidas, separando nuestras emociones de nuestras decisiones.
El prejuicio de retrospectiva
Es una idea muy intuitiva: cuando sucede algo, a menudo decimos “¡lo sabía!” y modificamos el recuerdo de nuestra opinión previa. Lo vemos tan obvio que creemos haber predicho el evento antes de que llegue a ocurrir.
Cómo evitarlo: preguntándonos qué tan probable era en realidad que se produjera un evento así.
El efecto anclaje
Las personas damos demasiada importancia a la primera pieza de información que recibimos, que hace de ancla. Por eso cuando conseguimos negociar el precio de un artículo a menudo sentimos que estamos comprando una ganga.
Cómo evitarlo: estudiando si una oferta es razonable o hemos percibido su valor basándonos en el precio original.