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¿Encontrar al culpable soluciona el problema?

¿Encontrar al culpable soluciona el problema?

Con la pareja, con la familia, en el trabajo, con los amigos,…  cuando surge un problema lo primero que se hace para intentar resolverlo es buscar un culpable.  Parece que encontrarlo puede resolver gran parte de la situación, pero…. ¿qué ocurre entonces?

Si sabemos que se está buscando un culpable, nos escondemos, nos hacemos los despistados, evitamos la situación… Si nos acusan nos justificamos, nos defendemos, acusamos.  Si se acusa a otro, nos relajamos, nos convencemos de que esa es la verdad, apoyamos las acusaciones o no nos entrometemos en el proceso.

Pero, ¿encontrar al culpable resuelve el problema? ¿buscar y encontrar al culpable zanja la situación o la empeora?

Pongamos un ejemplo: en una empresa familiar, el director general recuerda al responsable financiero que antes de presentar el IVA trimestral, le pida unas facturas de viajes del último trimestre que tiene en su poder. El IVA se presenta sin tener en cuenta dichas facturas y el director general recrimina severamente al financiero el olvido.

Este hecho, la recriminación, nos hace sentir casi inocentes, la culpa queda en un segundo plano.  La acusación hace saltar las alarmas y pone en marcha todos los mecanismos a disposición del sujeto para rebelarse ante tal situación.  Sin admitir la culpa del olvido, nos justificamos, nos defendemos, y todo ello ¿Por qué? ¿Qué tecla se pulsa que hace saltar el resorte que nos dice no admitas tu culpa? ¿Por qué somos tan reacios a admitir nuestras culpas? Por el mismo motivo que buscamos un culpable cuando hay un problema.

Dedicamos mucho más tiempo a buscar al culpable que a resolver el problema y, una vez identificado, podemos quedar bloqueados sin saber qué hacer, mucho más si la conclusión es que el culpable es uno mismo.

Admitir la culpa significa responsabilizarse de las consecuencias, generalmente desagradables para la persona a quien se acusa, además de las implicaciones que puedan generar a nivel social, familiar y emocional.

Convivimos en una sociedad en la que, si bien se rechaza ser el culpable de nada, se busca con ahínco al culpable de todo con el fin de sentirnos bien, limpiar nuestra imagen, justificarnos, tener la conciencia tranquila de haberlo hecho bien.  Por este motivo cuando aparece un problema tendemos a buscar las causas del mismo para poder culpabilizar a alguien o a algo quedando exento de cualquier responsabilidad.

Dedicamos mucho más tiempo a buscar al culpable que a resolver el problema y, una vez identificado, podemos quedar bloqueados sin saber qué hacer, mucho más si la conclusión es que el culpable es uno mismo.

Cuando la culpa recae sobre uno mismo, su peso se hace casi insoportable, anulándonos, debilitándonos hasta el extremo. Llegados a este punto ¿de qué ha servido el tiempo invertido? ¿acaso el problema se ha resuelto? ¿o por el contrario se ha complicado?

Dedicamos mucho más tiempo a buscar al culpable que a resolver el problema y, una vez identificado, podemos quedar bloqueados sin saber qué hacer, mucho más si la conclusión es que el culpable es uno mismo.

Nuestra sociedad vive fuertemente el sentido de la culpa, se nos ha educado en un mundo en el cual no hay efecto sin causa, por lo que es importante conocer las causas para poder prever los efectos.  Pero lo que no nos enseñan es que producido el efecto ya poco importan las causas para resolver la situación o problema creado, tan sólo, tal vez, para prever situaciones similares futuras.

Dedicamos mucho más tiempo a buscar al culpable que a resolver el problema y, una vez identificado, podemos quedar bloqueados sin saber qué hacer, mucho más si la conclusión es que el culpable es uno mismo.

Por si fuera poco, se nos pide cargar con el problema y además con la culpa del mismo.  En esta situación, no en pocas ocasiones, acarrear con la culpa es un problema mucho mayor que el problema en sí.

Debemos aprender a afrontar los problemas, buscando la solución, no al culpable. Las Metodologías Problem Solving se centran en el problema, no en buscar alguien al que culpabilizar y así poder olvidarse del problema. Es posible que la persona acusada de ser la causa del problema no sea más que una víctima de una formación deficiente, una dirección incapaz (como ocurre en la mayor parte de los casos) o, como en nuestro ejemplo, de un jefe irresponsable y olvidadizo.